Antonio Roberval Miketen


Lección de Luz

I De súbito el silencio se tornó luz, en tejido de música, en súbdito azul. II Haya en las sílabas la luz, la armonía, el sonido del universo, para que oigamos el silencio, este nuestro humano silencio, para que podamos, poeta, pisar la página de sangre. III Casi visible rosa tocable del pomo, una ojiva, en el asombro, en los hombros de la paloma. IV Nosotros abandonamos las cosas porque crecemos para el sol. Entre lo que dejamos atrás, sin piedad, sin remordimiento, existe la inocência, el niño; existe el pajarito triste, que canta de la desnudez de la luz la elegía de la conciencia. V Qué música, quê música se apaga a lo lejos, regida por las alas del ave en el horizonte? VI Escribe solamente lo que es breve, en la breve luz de nuestra vida, que nunca aborrece a los niños y no moja márgenes en el mirar. Así queremos tus cuadernos, para sumergirnos en las algas, en aquellas raíces más hondas que encienden el verde del mar. VII Basta de lucidez, de claridad, de busto, de pubertad lenta, en el seno del susto. VIII La pupila de una gacela rasga las rocas del horizonte. Violeta, la ventana de la noche, para el lado este del azul, donde en el añil se esconde el vientre. IX En el otoño: el brujuleo de pulpas enjutas; en el vestigio de la sangre, la lujuria de la fruta. X En el silencio que se abre entre doblar de campanas, hay un pajarito muerto, en lugar de un niño.

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