Antonio Roberval Miketen


Es Tarde para la Mañana

A Simone
Pobre pollito indefenso, apoyado en la lata de basura, en la descontracción de una chaqueta de lujo, viniendo de una secreta sibelina, más fina que la piel humana. En lo alto, las nubes acaban de teñirse en el amarillo de tu suavidad. La tarde atardeció en la mañana. Tus ojitos, todavia abiertos, querían mis manos en el dorso de tu plumón. Querían que yo todavia fuese niño, niño que ofreciese mi inocencia sólo para el niño que piaba en ti. Gentil era tu mansedumbre, inclinada sobre una rosa rota, pues descansabas tu eternidad sobre un bouquet despreciado por haberse marchitado. Pero debajo de ti cada pétalo todavía sangraba, dejando una mancha de vino en el descanso de tu vientre. Fué cuando yo pasé, ya estabas muerto cuando yo pasé enamorado por el poniente, olvidado de la mañana que subía de tus ojitos.
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