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Manuel Goiás
Poesía completa permite hacer una valoración de conjunto de la obra poética de Rogelio Sinán, usualmente reconocido como el gran renovador de las letras panameñas e impulsor de nuevas corrientes en nuestra literatura. Bien cierto es que Sinán introdujo un soplo de vida en las polvorientas alacenas de la poesía panameña insuflando vitalidad rítmica y temática en las caducas estancias de nuestra lírica de entonces. Pero hay que ubicar este soplo de vida literaria en su sitio y no convertirlo en huracán (o como solía decir el magistrado Hernández: ‘‘cualquiera mete ruido en medio del cementerio’’). Si lo confrontamos con la mayor parte de la poesía panameña precedente (cruelmente agrupada y definida por el áspero bisturí crítico de Roque Javier Laurenza), Onda, primer libro poético de Sinán, implica una renovación vital y una invitación al cambio. Pero si miramos un poquito más allá de los estrechos hombros de nuestras fronteras, las primeras líneas de Sinán tendrían la resonancia de un pequeño petardo dentro de la explosión poética que se produjo en aquella época. No por deseo de desvalorizar sino justamente por contemplar en su justa medida la relevancia que posee la ruptura de Sinán, estamos obligados a cotejarlo con algunas producciones poéticas realizadas fuera de nuestras fronteras en la misma época. Onda fue escrito y publicado durante los años veinte, una década en la que en el ámbito latinoamericano se atrapaban los lenguajes de vanguardia europeos y se les reprocesaba en una incesante factoría poética. Como muestra bastarían el Manifiesto Martín Fierro y la obra de Oliverio Girondo con su audaz poesía de hondo sabor callejero, o el Creacionismo del chileno Vicente Huidobro con su lema ‘‘No te serviré’’ dirigido a la naturaleza, reclamando la obligación de la poesía de crear una realidad radicalmente nueva o el paulista Manifiesto Antropofágico (firmado por Oswald de Andrade) que invitaba a devorar y digerir los productos europeos para devolver algo enteramente nuestro.
El poemario Onda es justamente la piedra inicial en este volumen compilatorio, ordenado en orden cronológico. Publicado en 1929 y escrito en dos partes (1925-1927 y 1927-1929), Onda nos pone frente a un Sinán en pleno proceso de maduración poética, la que se nota claramente en las diferencias entre ambas secciones del libro, que en su primera parte muestra una saturación de textos desbordantes de puerilidad: Yo era un ave sin alas
(De Principio romántico)
o sumergidos en las aguas superficiales
de los lugares comunes:
Anclé la barca
(De Epigrama)
Lo que ciertos críticos han visto
como un impetuoso ritmo juvenil, se convierte a ratos en una musicalidad
artificiosa y forzada, anclada en su propia obsesión rítmica
(el mejor ejemplo es la sobrevalorada ‘‘Balada del seno desnudo’’).
Lo positivo es que Sinán crece. La segunda parte de Onda denota mayores cualidades al lograr liberarse de los ritmos forzados, mostrando que en poco tiempo el poeta es capaz de madurar y pasar de un efectismo pueril a un verso de ambigüedad vigorosa: Lucha de hoja que el viento
hace viajar en círculo
(De Boceto)
Los procesos de maduración de Sinán
continúan en Incendio (1944), un poema en tres tiempos cargado
de dramatismo e intensidad que prefigura la obra que vendrá.
Semana
Santa en la niebla (1949) muestra al mejor Sinán, que formula
densos poemas mediante una ligazón afortunada entre paisajes marinos
y climas bíblicos. La fuerza sensual de la naturaleza marina y la
resonancia dramática de los mitos y personajes bíblicos,
se enhebran con un curioso y notable sabor pagano (muy acertado en imágenes
como aquella de las bodas de Canaán en la que el mar se transforma
en vino) cuyo signo más evidente reluce en el último verso
del libro:
Toda la vida renace cuando renace el sol. (De Resurrección)
Bajo el arco
En conclusión, Poesía completa de Rogelio Sinán se trata de una obra muy desigual, en la que se encuentran poemas de mérito indudable al lado de textos perfectamente olvidables. Pero esto no resta importancia a la necesaria publicación y rescate de textos que nos reflejan y nos definen. Debemos aplaudir este valioso esfuerzo editorial, aunque sin dejar de señalar dos defectos importantes: en primer lugar, el concepto ‘‘poesía completa’’, que da título al libro, es puesto en duda por el propio editor, Enrique Jaramillo Levi, cuando en la introducción afirma que ‘‘podría haber otros poemas publicados en periódicos o revistas en diversas épocas y nunca recogidos en libro’’. Además de este desliz hay que señalar la feísima portada y una contraportada enteramente cubierta por un aviso publicitario que tampoco contribuye a la belleza de este primer volumen de una colección que esperanzadoramente se llamará Testimonios nacionales. |
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