De un puente a otro: Hungry Dust/Polvo hambriento, de Graciany
Miranda Archilla
David Cortés Cabán
Ha
hecho bien el escritor y crítico Orlando José Hernández en
traducir al español Hungry
Dust / Polvo hambriento (Lima,
Perú, Ediciones el Santo Oficio, 2004), uno de los libros más
hermosos del poeta Graciany Miranda Archilla (1908-1993). Ha
hecho bien porque de otra manera los poemas de aquella primera,
humilde y limitada edición se hubieran quedado prácticamente
ignorados o, como ocurre en la mayoría de los casos, relegados
al olvido. Intuyó en la atmósfera de esta poesía un nuevo
ropaje, y su erudición y fina sensibilidad nos revela ahora, en
nuestro idioma, el sentir de este lenguaje deslumbrante para los
que desconocen la poesía que escribiera en inglés el cofundador
del Atalayismo, uno de los movimientos más importantes y
renovadores de la poesía puertorriqueña. El traductor nos lleva
confiadamente de un código lingüístico a otro por los asuntos,
temas y circunstancias que encarnan el aliento vivificador de
estos poemas. Y poseído por la admiración y el amor a la obra
poética de Miranda Archilla deja en cada texto lo mejor de sí
mismo para destacar la plenitud y la esencia de los poemas
traducidos. El ensayo que acompaña la traducción “Noticia de un
poeta singular y de un libro extraordinario…” es un texto
esclarecedor que nos revela datos importantísimos de la vida y
la obra de Graciany Miranda Archilla. Nos enteramos no sólo de
las circunstancias en que el crítico y el «Mistagogo Enayunas»
se conocieron sino, también, de las dificultades económicas y
políticas que tuvo que enfrentar el poeta en Puerto Rico, antes
de radicarse en Nueva York a principios de los años ‘50. En la
introducción se pone en perspectiva los años de iniciación del
poeta en el mundo de las letras, el nacimiento del movimiento
Atalayista, la entrañable amistad y relación de Graciany con los
demás poetas y escritores que conformaron aquella “aventura
literaria”, su relación con el máximo líder del partido
nacionalista puertorriqueño, Don Pedro Albizu Campos, los años
de la política represiva de finales del ‘40 y siguiente década;
la importante publicación de la revista Alma
Latina; las innumerables dificultades y vicisitudes que pasó
el poeta para ganarse la vida en la ciudad neoyorquina; su
completa dedicación a la poesía; sus traducciones en revistas
extranjeras; y, en fin, la historia y el análisis de los poemas
que conforman esta reciente edición de Hungry
Dust / Polvo hambriento.
No sé con cuánto interés los lectores de poesía contemporánea se
preocupan por conocer las obras de aquellos poetas que nos
dejaron en el relampagueo fugaz de unas imágenes el tiempo
histórico que les tocó vivir, el drama de la vida y de sus
sueños. Hace bien acercarse a esta poesía portadora de lo nuevo
y diferente que nos devuelve, palabra sobre palabra, la imagen
del mundo, el eco de la vida y las cosas en su inconmovible
sentir. Dejando atrás el tono y el sentimiento que caracteriza
sus primeros libros, Graciany,
…asume una actitud distinta del tipo de sensibilidad
que proponía el criollismo, el neorromanticismo o la
vanguardia,
estéticas que definieron su escritura en distintos momentos de
su trayectoria. Graciany escribe ahora en la cuerda floja, con
un
sentido agónico y una angustia existencial, pues se debate
entre
la desolación y la esperanza. […] Pero también hay momentos
y textos en los que se entroniza un patetismo que va del
humor a la amargura. Y aun otros atravesados por una
ironía corrosiva que acusa con voluntad moralista
la maldad de nuestra especie, sus malos hábitos,
la recurrencia del rencor y del odio.
Y es que otras experiencias, otras realidades, otros temas y
motivos han ido fijando el rumbo de sus últimos libros. Su
visión de mundo no es ya la de aquellos juveniles versos que
motivaron Cadena
de ensueños (1926),
o la escritura de Responso a
mis poemas náufragos (1930), especie
de consolador homenaje a los poemas que terminaron en las
inconmovibles olas del mar atlántico; ni la que exhibe el
paisaje que caracteriza el lenguaje de sus libros Sí
de mi tierra (1937)
o El oro en la
espiga (1941). En
los libros que vendrán más tarde, por ejemplo, Himno
a la caballa (1971)
o Visita al cero
verde (inédito),
y como otros textos que he tenido la oportunidad de leer, su voz
nos llega matizada de otras preocupaciones, de otras novedosas
imágenes que enriquecen y ensanchan su obra poética. Su voz
cargada ahora de otras resonancias nos llega no ya desde alguna
callecita del Viejo San Juan, o desde alguna plazoleta
solitaria, sino desde un modesto apartamento en el condado de
Queens, en la ciudad de Nueva York. Allí, en la habitual soledad
con la poesía, el Mistagogo Enayunas seguirá construyendo la
catedral de sus versos. Así, por su propia voluntad y en íntima
y silenciosa correspondencia con el mundo, ajeno a lo que
aniquila el espíritu, irá depositando en su poesía el verdadero
sentido de su vida como quien alienta con su obra una nueva
esperanza sobre el mundo. Reclama en su poesía no otra cosa que
una ética y una verdad cuya fuerza liberadora restablezca la
esperanza en el ser humano. Frente a la inconformidad de un
mundo que se le presenta como hiriente realidad, el poeta
encuentra en la palabra el sentido que puede transformar nuestra
precaria condición humana: “Sólo el que bendice puede atenuar la
corrosión humana”, nos dice. He ahí, para el poeta, la grata
esperanza, esa cualidad mística que entrelaza la intensidad de
sus versos.
En la historia y el breve análisis de la génesis del libro nos
enfrentamos también con la configuración de los poemas, se nos
revela el clima y la naturaleza de éstos, los temas y los
elementos que los componen, destacando además, la ética de un
poeta cuyo estilo manifiesta siempre una actitud noble hacia la
vida. Lo expresa muy bien el crítico al señalar:
¿Cómo es, entonces, la voz que nos habla en este libro?
En primer lugar, es una voz que habla desde la experiencia,
y por lo mismo, va a alternar su tono, pasando por lo lírico,
lo meditativo, lo irónico, lo severo, lo patético, lo
sobrecogedor.
Y los registros del discurso poético también son varios:
en el libro hay lamentaciones, escarnio, asombro,
admiración, sátira, advertencia, resignación, trascendencia.
En definitiva, en estos poemas salta a la vista no sólo un
marcado sentido ético, sino también una sabiduría apasionada.
Es poesía que afirma la paz como agenda militante,
y el amor como esperanza única. Por vía de la poesía
-lo más noble- se llega a lo humano, a la solidaridad, a la
afirmación, incluso dentro del absurdo de la vida.
La dignidad humana, la libertad, el amor, la esperanza, el paso
inevitable del tiempo, “el mundo como transformación”, “nuestra
relación con la naturaleza”, el mar, y asimismo la luz como
imagen iluminadora de nuestros actos nos revelan la esencia y
las ideas fundamentales del libro. Pues Hungry
dust/ Polvo hambriento es
un libro que anhela también reconciliarnos con la naturaleza,
busca fijar nuestra mirada en las cosas que pueden resplandecer
nuestra interioridad, las que elevan nuestra sensibilidad por
encima del asfixiante materialismo. Es decir, oír en el lenguaje
de la naturaleza y en las cosas más elementales y humildes (“la
yerba, la arena, el árbol, la hoja, la nube, la campana, la
roca”) el sentido de nuestra propia existencia. De ahí que como
señala Orlando José Hernández: “Para el poeta, el ser humano se
ha enajenado del mundo natural y no puede o no sabe escuchar ese
lenguaje” (40). Por eso, frente al desencanto de la vida
morderna, no estaría demás volver la mirada a la naturaleza no
para idealizarla ni para huir de la realidad, sino para
identificar en ella nuestra armonía con el universo y descubrir
muy discretamente con el poeta la verdadera esencia de nuestra
humanidad.
Esta reciente edición de Hungry
Dust/Polvo hambriento de
Graciany Miranda Archilla es una valiosa aportación a la
literatura puertorriqueña; un libro ahora asequible a todos los
que deseen conocer la poesía de uno de nuestros más importantes
poetas del siglo XX.
Dejo al lector con las versiones de los siguientes poemas:
“Saving the Madness of the Sea”, “The Tallest Sun”, “All Gone
Away?”.
Salvar la locura del mar
Más que declarar, sugerir;
más que develar, adivinar.
No el espejismo, sino lo que oculta,
nunca la palabra, sino lo que revela.
Escribir, pintar, grabar el ideal,
el canto, pero no el ave fúlgida.
Dentro de la roca, la estatua sueña;
olvidad la roca, desencadenad la campana.
¿Y si la sangre mágica se derrama?
La luz penetra cuando la sangre se derrama.
Derramad la sal de la graciosa lágrima
y salvad la locura del mar.
No el espejismo, sino lo que oculta;
nunca la palabra, sino lo que revela.
El más alto sol
Hasta la rosa, la cándida rosa,
aprecia la cercanía de las espinas.
Levántate, digo, despierta y escucha
el salmo del destino.
Una fe tendrás, y no ha de ser la inmadura,
la falsa, la fe inmadura
que ciega el espíritu.
sino la fe en ti mismo, la mejor fe.
La hipocresía reina en todos
-grandes
y pequeños-;
estás condenado a lamentarte y a desesperarte.
Sé lo suficientemente alto para ver el sol más alto.
¿Para amar? Para morir. Pero prosigues.
Que seas amado y ames, y te consumas.
¿Todo desaparecido?
Aridez la palabra más gráficamente solemne
ganada en peligrosos días de vigilia y pesadilla.
Mano y árbol recibieron premio igual por igual esperanza-
mano y árbol nacieron verdes y cayeron marchitos e hinchados.
Sellos con las marcas de hachas que el tiempo rehúsa borrar,
señales de la muerte y de la vida en mortal y vívida lucha.
Castillos de pájaros y canciones al ritmo de la vida más
profunda,
castillo de canciones y pájaros al compás de su ritmo final.
Un beso una vez anidó virtudes en la palma de la mano.
¿Quién no bailó en la primavera su verde zarabanda
pensando en cenizas y en nada tras la brillante refriega?
¿Todo desaparecido? Échate a descansar, peregrino,
y sueña con aves y canciones, revive el nido sedoso-
un pájaro de la dicha se posa en una mano todos los días. |