El marianismo esquizo de Francisco Matos Paoli
Iván Silén
Y Cristo, siempre jodiendo.
Francisco Matos Paoli
Estaba yo en realidad enamorado de mi madre? Adoré a mi madre,
no la amé.
Georges Bataille
…y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me
parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a
las entrañas.
Teresa de Jesús
…Es inevitable aquí no pensar en Los milagros de la
nuestra Señora de Gonzalo de Berceo. 1 Pero es también
inevitable no pensar en que el marianismo sea la perversión
católica del cristianismo. El marianismo es, estonces, esta
herejía del cristianismo católico: María como la oponente de
Cristo (la madre como la rival del Hijo; María como la sustituta
mítica de Cristo o María como la anuladora misma de Dios: el
marianismo como la oposición “teológica” del cristianismo. La
idea de que Dios pueda tener madre es inaceptable, absurda y
aberrante y no hace otra cosa que ampliar la mitología del
catolicismo contra la esencia misma del cristianismo. María como
“madre” de Dios es parte de esa regresión infantil de los
creyentes y de esa literatura fantástica que el catolicismo
reaccionario arrastra y padece contra sí mismo. Esta ala del
cristianismo ha terminado por ser, o por convertirse, en el
“feminismo” de las revelaciones de la Virgen. Las exaltaciones
de Matos Paoli por la Virgen a veces se tornan desagradables
debido a la superstición que parecen arrastrar. Pero digámoslo
entonces modernamente: ¡la Virgen como la Miss Universo de la fe!
Matos Paoli, en carta al sacerdote y poeta Angel Darío Carrero,
comenta: “nuestro Señor, que multiplica esa gracia en el vientre
de María. Bendito es el fruto de tu vientre Jesús… pero también
Reina de los Angeles y madre de Dios” [!!??] “y madre de todos
nosotros, los fieles a ella, los que buscamos expresar la
palabra en ella” (Epistolario 376-377). Matos Paoli vive
consciente y sistemáticamente la superstición católica de la
Virgen como sublimación del complejo de Edipo, así como otros
viven la superstición filosófica de la nada (de la demokracia,
de la igualdad y del racismo). Matos Paoli casi arbitrariamente
acepta la obsesión edipal por la Virgen, mientras se va
acercando “budistamente” a la obsesión filosófica por la nada.
Ante esta “obsesión por la nada”, Matos Paoli dice: “Nadie puede
aceptar la nada como justicia” (Diario II 57). [Nadie, o casi
nadie, puede tampoco aceptar, sin desembocar a una profunda
angustia, la nada como “fe” de la razón.]2 Ante este furor que
patrocina ideológicamente, Matos Paoli exclama: “Es tanto el
fervor místico a favor de la Madre de Dios que hoy en día
podríamos hablar de una Santísima Cuaternidad: El Padre, el Hijo,
el Espíritu Santo y la Virgen María” (Diario III 258). Con esta
superstición mariana que lo consume,3 Matos Paoli no hará otra
cosa que retroceder al siglo XIII español, o a la época misma de
El libro del buen amor.
El profesor Javier Ciordia, en su artículo publicado en la
revista “Ceiba”, comenta: “El ‘creador’ es el poeta quien… halla
en la Virgen María… el arquetipo de lo humano paradisíaco… Matos
Paoli se refugia, edípicamente, en la Virgen María” (Matos Paoli,
poeta autónomo 20).4 La Virgen es, pues, la mitología de la
idealidad católica que Matos Paoli realiza. Esta idealidad se
confirma y se reafirma cuando denomina a María “madre” de Dios:
“eres tú misma, Virgen Madre de Dios, eres tú / misma / la
Stabat Mater que recibe de Cristo el legado: / Madre he aquí a
tu Hijo, Hijo he aquí a tu Madre” (Así mi hermano 84).5 También
cuando Matos Paoli se reconoce como poeta de la Virgen: “el
rodeo de luces fantasmales / se apodera de mí, poeta de la
Virgen” (La locura de la cruz 55).6 Pero por otra parte será
María la imagen idealizada de su propia madre o de todas esas
madres que se esquizofrenian en la figura de la Virgen: Madre
María, Madre Susana, Madre Isabel Freire, Madre Carmita” (76).
María es, pues, la “feminista”-inmaculada, la feminista “virgen”
del amor y la locura del poeta.
Con el concepto oximorónico “edipismo espiritual”, Ciordia
pretende borrar la imagen que Freud ha realizado poéticamente
sobre este complejo. Este secreto, esta oscuridad de la “poesía
pura” del poeta místico, será su parte maldita. Matos Paoli dice:
“Me recuerdo, cuando yo estaba loco en el manicomio de Río
Piedras, que el psiquiatra me obligaba a contarle mis sueños. Y
de esta manera propiciaba la psicoterapia… de la exploración
significativa de los sueños. El psiquiatra… llegó a la
conclusión de que yo era víctima de un Complejo de Edipo” (Diario
III 151): María como sustituta y madre inmaculada de la madre
terrenal (de los “deseos” del hijo).
Ahora bien, el complejo de Edipo (el complejo católico de María)
no es una enfermedad, sino una condición, una situación, que,
según el freudianismo, todos los niños tienen que enfrentar
normalmente. El complejo de María es una condición católica que
muchos poetas tienen que asumir. El que Matos Paoli no haya
podido superar lo edipal (ni lo mariano) no lo hace loco, ni
esquizofrénico, pues su locura devendrá de rompimientos más
profundos que un simple complejo o de un simple acto de fe. Sin
embargo, no debemos ignorar que el complejo de Edipo esté
desviado poéticamente hacia la idealidad de las madres: la
Virgen María, la esposa, doña Isabel, la madre real, Santa
Teresa, Lolita Lebrón, etc. Esta desviación alcanzará su
sublimidad absurda precisamente cuando Matos Paoli establezca la
relación de la Virgen con la poesía. El poeta dice: “Y la poesía,
no hay duda de ello, es la Virgen María 7, 8 en su fundamento
dual de ausencia y presencia” (Diario III 60). Aquí la Virgen
desplaza a Dios y a Cristo del centro del misticismo
matospaolista, como posteriormente lo hará Albizu Campos.9 El
cristianismo católico se convierte entonces en un discurso de la
virgenlogía, o ésta se convierte en el centro de la teología
católica de la reacción. Aunque la metáfora “funcione”
poéticamente, la relación con la Virgen no dejará de ser
ideológica y, por momentos, propagandística. Matos Paoli, al
exaltar a la Virgen María a la estatura de la poesía, no hará
otra cosa que idealizar secretamente a la madre del complejo de
Edipo. Si recordamos la relación entre la madre y el mar, entre
la madre y el agua, que ha establecido Gaston Bachelard en El
agua y los sueños, podremos entender las palabras del poeta
cuando dice: “Y en su cerrazón el complejo de Edipo me saturó
hasta la saciedad. Confieso que le tengo miedo al mar, al objeto
pleniabierto.10 Soy poeta de la inacción” (Diario II 230). El
“miedo al mar” no es otra cosa que el miedo a la madre
(idealizada), o el miedo al deseo“incestuoso del
inconsciente”.11 Pero también puede ser la presencia nefasta del
“otro” (del prójimo).12 Hay que entender que el movimiento
inconsciente de lo erótico metafísico está “borrado” y “tachado”
en Matos Paoli por el dogma de la Virgen “asexuada” (que desea
besar, como veremos más adelante, en la boca). Es como si José,
su marido, no hubiera existido jamás. Pero si todavía nos
quedara un poco de duda sobre esta relación inconsciente con
la-madre-agua-del-deseo, Matos Paoli nos presentará nuevamente
esta relación de María con el agua en una síntesis sumamente
apretada: “en la Madre Mar de María” (La locura de la cruz
16).13 Más adelante Matos Paoli añadirá: “me refiero a María, /
el mar ondulante… entre la sed y ela gua (Así mi hermano
Francisco de Asís, 143).14 Y más adelante, en La locura...,
Matos Paoli convertirá a María en una especie de Venus: “yo
digo, verdaderamente extasiado… el Vientre de María, la Diosa
del mar” (La locura de la cruz, 81). ¿María diosa? Matos Paoli
no sólo desciende aquí a la idolatría de su marianismo esquizo,
sino también al sentido erótico de la Virgen cuando transforma a
la Inmaculada en el personaje erótico de Salomón:15 “Ay,
Sulamita, bésame ya con el beso de tu boca” (81).16 Esta
Sulamita no es otra que la Virgen subversiva del inconsciente.
Matos Paoli sueña esquizamente convertirse no sólo en el amante
de la Virgen, sino en el “rival” del padre (de Dios). Esta
obsesión secreta, desviada a veces, érótica, nos recordará la
experiencia de Santa Teresa con el ángel:
“En esta visión quiso el Señor le viese ansí: no era grande,
sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía
de los ángeles muy subido. Deben ser los que llaman cherubines…
Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro
me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el
corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al
sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda
abrasada en gran amor de Dios. Era grande el dolor que me hacía
dar aquellos quejidos, y…No es dolor corporal sino espiritual,
aunque no dejaba de participar el cuerpo algo, y aun harto… Los
días que duraba esto andaba como embobada”. (Libro de la vida
352-353).17, 18
En Así mi hermano Francisco de Asís, Matos Paoli volverá a
reafirmarse simbólicamente en esta obsesión mística que lo
desborda: “de pie / delante de la cruz me refiero a María, / al
mar ondulante de colinas intermedias / entre la sed y el agua”
(143). Matos Paoli se haya, pues, entre el deseo (la sed) y la
madre (el agua). La sed de la madre es aquí ambigua, pero
posible. Hay que entender que el deseo de la madre tiene que ser
ambiguo, porque el superego (Freud) vigila dictatorialmente
sobre los muros de la “moral”. Esta sed es también onírica. Y no
dejará de ser sensual.19 En Rumi, como en algunos momentos en
Matos Paoli,20 la sed es terriblemente mística, pero en otros
momentos no lo es. Rumi dice: “Para que puedas oír estas
palabras, ‘El Señor les da de beber’, / ¡Sé sediento!” (El
masnavi 107). La sed se bifurca. Es sed de madre y es sed de
Dios. Las cumbres de lo sublime descienden paralelas. Pero Matos
Paoli no dejará de utilizar ese lugar común del “vino”-derramado
(o del agua-de la fuente de la madre-) como la imagen desviada
de Cristo: “la Sed escancia” (PLP 196). ¡La sed que da de beber!
La sed como el deseo cristiano de beber a Dios (que echa vino,
que sirve vino, que bebe vino): “Esta es mi sangre… que por
vosotros es vertida” (San Marcos 14: 24).21 Matos Paoli irrumpe
entonces, permítase la broma intelectual, como el “vampiro” que
desea beber la sangre de Dios y la sangre de la madre.22 Dios es
el agua inmortal de Cristo y Cristo es el vino mundano de Dios.
La sed no será otra cosa que el intento divino de alcanzar al
hombre. En la sed el hombre y Dios se buscarán desesperadamente.
Pero por la sangre de la madre nacemos y por la sangre de Cristo
nos salvamos.
En ese “desdoblamiento” de la poesía con su propio discurso, en
ese desconocimiento de sí, de lo que la poesía ha dicho
inconscientemente contra el cristianismo y contra el aëda, Matos
Paoli irrumpirá radicalmente como el poeta moderno que es.23 No
porque haya caído de Dios, no porque sea un “enajenado de Dios”,24
sino porque ha caído natural y humanamente de sí mismo. El
poeta, como un dragón de lo sublime (entre la sangre y el
agua-entre el vino y el periodo-), ha tropezado con sus propios
“arrebatos”. El horror está delante de nosotros. Pero Matos
Paoli no puede escapar a su propio tiempo, a su propio conflicto
y tampoco puede escapar a su propio inconsciente.25 Matos Paoli
no puede huir de la contradicción que es: 26 “Cuando esta
conciencia del ser se eleva a su altura absoluta, entonces el
poeta… se golpea contra el suelo del infierno” (La angustia 31).
El poeta cae sísifamente de lo sublime a lo abyecto. Matos Paoli
no ve el infierno, pero tarde o temprano tendrá que descender a
él en el desdoblamiento de sí mismo,27 aunque su fe lo proteja
de su propia caída. El “enamoramiento”-trágico con la madre y el
enamoramiento real con la esposa, ha sido desplazado
poéticamente hacia el mito de “la madre de Dios” en donde la
caída se hará imposible;28 en donde la caída del mito se hará y
se convertirá en más mito. Matos Paoli no quiere caer.
El poeta de Canto de la locura está protegido de esa “caída”,
porque se ha convertido en el Inexistente: “Tal vez soy un
inexistente, a honra lo llevo” (La locura de la cruz 38). El
intento inconsciente de suplantar al padre, de ser Edipo
místico, esa gran ausencia matospaolista, o ese gran silencio de
nuestro poeta, será desplazado a la figura de Dios (o de Albizu
Campos).29 Matos Paoli intenta, en el enamoramiento simbólico de
la Virgen, sustituir edipalmente al Cristo de Nazaret que
teologiza de Dios.30 Matos Paoli dice: “La Virgen nos ayuda a
vencer los muros del misterio cósmico. Nos ayuda a penetrar en
Dios. Porque ella es ínsita en Dios [connatural] 31 …
No podemos ser sin la Virgen. Porque ella funda el puente entre
Dios y el hombre” (Diario II 30).32 En esta afirmación
matospaolista Cristo ha sido tachado, porque se supone que esa
sea la función principal de Cristo: ser intercesor. “Y todo lo
que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre
sea glorificado en el Hijo. Si algo pidieres en mi nombre, yo lo
haré (san Juan 14: 13-14). Es tal la oscuridad matospaolista por
momentos (para él mismo-en su propia poesía-), que el autor del
Canto de la locura no ha visto la sustitución delictiva que ha
realizado con la figura de la virgen. La simbología del poeta,
debido al escándalo que arrastra, estará clausurada no sólo para
el poema, sino también para el poeta mismo. Porque éste, sin
darse cuenta, ha dejado de ser un poeta cristiano para
convertirse en un poeta mariano.
El profesor Ciordia, al estudiar la presencia de María en la
poesía de Matos Paoli,33 no observa (podríamos decir que
censura) el hecho de que Matos Paoli se refugie angustiosamente
en el deseo sexual de la madre muerta.34 Este movimiento
psicológico y poético, que podrá parecerle escandaloso a algunos
lectores católicos, es lo más natural del mundo en el acontecer
mismo de los sueños, de la poesía y en el deseo político del
inconsciente (por subvertir el orden). Porque el inconsciente
busca la subversión en la apropiación política de la madre, y
busca en la madre, dadora del lenguaje,35 la subversión contra
la moral del status quo. El inconsciente, con su carga poética,
se manifestará obsesivamente hasta convertir el deseo prohibido
hacia la madre en la ausencia de la ternura misma: Yocasta
estará católicamente delante de Edipo.
La Virgen será entonces la continuación simbólica, necesaria e
inmaculada del deseo edipal en el naufragio mismo de la madre.
La Virgen es el ícono intocable de esa agorafobia que el fracaso
político del nacionalismo ha creado para la “casa olvidada” del
poeta. La Virgen arrastra una especie de necrofilia inconsciente
no confesada por la madre muerta. Esa agorafobia, esa hidrofobia
y esa necrofilia sublimada, que volveremos a encontrar en Sombra
verdadera, no es otra cosa que la confesión del “yo espúrio” que
veremos más adelante: “El que tiene miedo al espacio abierto”
(Sombra 33). La madre también es el “espacio abierto” de la casa
y la Virgen es el espacio abierto hacia Dios. (¡La Virgen es la
grieta de Dios!) Más adelante, Matos Paoli concluirá: “No estoy
preparado para asir el espacio y dominarlo” (39).36 Y nosotros
concluimos por él: no estoy preparado para dominar la madre, la
Virgen, o para dominar a Dios. Sobre esa “cárcel de amor” que
administra la esposa del poeta, reinará la Virgen.37 La Virgen
será, pues, esa sublimación de la esposa-“carcelera” y de la
madre sabia.
Es a la luz de esta “desviación” hacia la madre ideal desde
donde podremos entender la violencia del poeta contra sí mismo.
Matos Paoli dice: “Francisco Matos Paoli es un yo espúreo38 (Diario
II, 224) 39, 40 que se ve envuelto en un sibilino enjambre” [perteneciente
a la sibila-perteneciente a la madre o a la Virgen]… ”Soy como
un río que nunca llega al mar” (224). E inmediatamente dice,
para escándalo de sus lectores: “Al fin admito que soy histrión”
(102). La presencia de lo “sibilino” (“lo oscuro, con apariencia
de importancia”), de lo misterioso, nos fuerza a pensar en la
presencia de la sibylla. Esta sibila41 no sólo es una
sacerdotisa, sino que es también una mujer sabia (la madre
sabia; la Virgen “sabia”-la médium que “trafica” los muertos-)
con espíritu profético,42 que se convertirá, para asombro
nuestro, y a pesar de la resistencia del poeta, en un símbolo de
Matos Paoli. ¿A quién simboliza, pues, la sibylla? A la madre
espiritista que lo ha instruido en los caminos de la “magia” y
en los caminos del catolicismo. ¿Sincretismo? Sin lugar a duda.
Matos Paoli dice: “Y es que estoy loco, / que vuelvo a mi madre,
la mística” (Primeros libros poéticos, 324). En Matos Paoli la
mística, el espiritismo y la poesía, previo a Yván Silén,
andarán de la mano: “Cuando estoy escribiendo poesía, también la
presencia de los muertos acude a mí” (Diario II, 64).43 Este
símbolo de la madre-sibylla, que ha forzado a Matos Paoli a
recurrir a la mitología, nos obliga a pensar también en esa
constante de la madre médium: Susana Paoli Gayá. La madre se
esquiza en el rostro y en la actitud de las diferentes mujeres
que seducen al poeta. La madre-sibylla no hace otra cosa que
iluminar el “harén” de las “amantes”. La sibila (esta pequeña
licencia poética que Matos Paoli introduce en su catolicismo) es
una especie de médium, una especie de madre mítica, de Casandra,
que se manifestará oscuramente como la polarización de la Virgen
María. Los mejores versos a la Virgen-madre, en los libros que
hemos leído para este trabajo, los hemos hallados en Los crueles
espejos.44 En el poema “Contraste entre el cielo y la tierra”
Matos Paoli dice: “La Virgen María recoge en su delantal la
lluvia ciega, la vuelve palabra, ojos” (Los crueles espejos,
34).
Esa cita del “yo espúreo” señalada arriba, que Ciordia también
ha utilizado, nos resulta fundamental para entender el
movimiento de su poesía mística. Nuestro poeta dice: “¿Quién
habla por mí? ¿Francisco Matos Paoli? Francisco Matos Paoli es
un yo espúreo”. Este “yo espúreo” (bastardo, ilegítimo,
adulterino, falso, contrahecho, etc.) es esa confesión delirante
y cristiana que acontece delante de sus lectores, y que el
catolicismo de sus críticos y el triunfalismo del
independentismo ha ocultado. Este “yo” no dejará de resultar
turbulento y fundamental para nosotros. ¿Qué significa esta
humildad-rebelde de nuestro poeta? ¿Qué significa este oxímoron
o esta antítesis? Esta humildad se subleva contra Matos Paoli y
se subleva también contra la realidad que lo rodea y lo subyuga.
La humildad-rebelde ha alcanzado la manifestación misma del
delirio y éste se manifiesta como la humildad extraña que anda
en busca de su víctima.
¿Contra quién comete el poeta la falsedad, el adulterio (lo
adulterino) que se oculta en esa cita? ¿Contra Dios, contra la
Virgen, contra la esposa, contra sí mismo? ¿O es que estamos
ante un simulacro de la poesía hermética? Podríamos pensar en la
esposa, pero no es ella, porque la fidelidad del poeta hacia
ella ha sido manifiesta a través de toda su poesía.45 Nosotros
creemos, a la luz de esa prosa esquiza de las paradojas de
Diario de un poeta I, II, III, que el conflicto es más profundo
que esas “pequeñas paranoias poéticas” que los poetas-críticos
podemos señalar para iluminar el Diario... o podemos ocultar
para oscurecer más la escritura del poeta. No podemos negar,
para que el escándalo sea una realidad todavía más poética, que
nos estamos moviendo en los planos de lo espiritual mismo. No
podemos ocultar que lo sacro es escandaloso. Así que el
“adulterio” que acontece en la “confesión” poética del Diario I,
pretende ser, a un mismo tiempo, secreta, espiritual y
confesional. (¿Adulterio del poeta hacia Dios, hacia el Amante
sacro?) No podemos negar, aunque lo deseamos, que la presencia
del espíritu sea escandalizante, pero que amerita ser explicada.
Ese “yo espúreo”, esa hiperhumildad cristiana del poeta rebelde,
y que por momentos parece “budista”, se estrella contra la
propia insolencia de Matos Paoli e irrumpe por momentos para
sorpresa de sus lectores. El poeta antimítico y grosero dice
contra la delicadeza del poeta místico: “como si yo fuera un
pendejo a la vela, / un escarabajo” (La locura de la cruz,
86).46 El “yo espúreo” del místico se enfrenta a la prepotencia
del escarabajo del antimístico de Matos Paoli. El poeta mundano
se enfrenta al poeta mariano. Lo vulgar de sí “también”
sorprende al místico: “Yo mismo me violento con mi poesía. A
menudo me hallo en la misma posición del lector común. Es decir,
no logro entender a cabalidad lo que he escrito” (Diario II,
225). Lo que no se quiere ser termina por asumir violentamente
el ego. Frente a esta violencia de su propia rudeza, Matos Paoli,
como siempre, pretende ser perdonado: “Ah, perdón y perdón de
esta vanidad que nos salva, cuando estamos muertos” (89).
Por otro lado, esta autoacusación de “bastardo” que yace detrás
de la palabra “espúrio”, nos hace pensar en una caída, en un
tropezar humano, en un apartarse de la pureza primitiva que le
pertenecía. Pero también nos hace pensar en los místicos
orientales que Matos Paoli ha rechazado:47 “El hombre del tao /
permanece en el anonimato. / La virtud perfecta / no produce
nada. / ‘No ser’ / es ‘ser de verdad’, / y el más grande entre
los hombres / es nadie” (El camino de Chuang Tzu 78). Matos
Paoli buscará desesperadamente esa nada.48 Pero no podemos
olvidar que éste se halla delante de la esposa-madre que no ha
hecho otra cosa que otorgale el ser: “Y tú me das el ser” (Bajo
el signo del amor 73). No es Dios, como hemos dicho ya, ni lo
político lo que le otorga ser, sino la esposa misma. Este poder
que el poeta le concede a la esposa (de otorgarle ser) no dejará
de sorprender cristiana y filosóficamente al lector.
Independientemente de que la afirmación de Chuang Tzu señalada
arriba choque con la visión de los hombres occidentales, los
versos de Rumi no harán otra cosa que reforzarla. Rumi dice:
“Puesto que el No-ser es el espejo del Ser, / si eres sabio,
eliges el No-ser” (El masnavi 65). Matos Paoli, rechazando el
orientalismo, eligió contradictoriamente el no ser. Las palabras
le dieron la espalda: “yo me soy / en la derrota” (Testigo de la
esperanza 11). Las palabras, sin sospecharlo, lo sorpenden una
vez más al no poder “entender a cabalidad lo que he escrito”.
Pero a pesar de ese “no-ser” disfrazado, como veremos en
Francisco Matos Paoli o la angustia de Dios, el poeta no puede
librarse cristianamente del ansia y de la mortificación de
reconocimiento que padece (el creador) en una sociedad
neocolonial o seudo capitalista. Su “derrota”-de ser (su no-ser
político, “literario” y “espiritual”) necesitaba ser reconocida.
Esa necesidad de la humildad-rebelde se le convirtió en la
presencia misma del infierno (de Narciso, de Satán).
El adjetivo “espúreo” acontece como la confesión de lo que se
siente secreta y confesionalmente como perturbación (ante Dios y
los hombres). El hambre de fama, la sed de fama como la parte
inmanente del Seól, no dejará de golpearlo. Pero ya la sed,
desde Luz de los héroes, se le había apartado de Cristo. La sed
era por Betances, por Pachín Marín, por José de Diego, por
Albizu Campos: “¡Aún el agua no era!… me enseñaste la Sed desde
pequeño” (PLP, 195). Matos Paoli, en Luz de los héroes, vivía
perturbado dentro de un misticismo que no acababa por
manifestarse como totalidad de Dios.
Pero el deseo por la madre real (Susana) y por la madre ideal
(la Virgen), aconteciendo en medio del caos o del flagelo
constante de lo político, se revierte y se sublima en el anhelo
de las otras madres. Las contradicciones y las paradojas
poéticas (¿existenciales, psicológicas-políticas-cristianas?) no
se interrumpen, sino que buscarán nuevos simbolismos, nuevos
senderos y no dejarán de crecer en las “repeticiones” de esas
obsesiones de la espiral inconsciente que retornan en la
búsqueda de lo “nuevo”. Esto es así, porque el símbolo acontece
tan “cerrado”, tan hermético, como lo onírico de las palabras
“inicuas”, o de aquello que no se puede o no se debe decir
públicamente. El símbolo, como una metáfora pequeña, como una
metáfora estrecha, evita el discurso “didáctico” de la alegoría
(o el movimiento alegórico de lo didáctico). En algunos momentos
cruciales de la poesía de Matos Paoli, la metáfora se cierra
sobre sí misma para que lo abyecto no se haga manifiesto. El
poeta ha tomado el camino de lo más difícil.
Lo que se escribe “tarde”, como entendía Heidegger, no deja de
llegar a tiempo. Pero lo que hay que entender aquí es que lo que
acude precipitadamente termina por acudir para que todo el mundo
lo lea, lo vea, y para que todo el mundo lo oiga poéticamente.
El escándalo no se hace esperar: la poesía permite el “mal”. El
mal es la experiencia paralela de la poesía con lo sacro. Por
esta razón el deseo no dejará de ser el conflicto del “santo”.
El deseo de su-inconsciente-político no dejará de ser su caída.
El poeta ha tropezado delante de su propia idealidad. Ante este
deseo angustioso de “gloria literaria” que Matos Paoli
experimenta, el Bhagavad Gita será aplastante: “Las tres causas
principales de su depravación son las tres puertas del infierno:
el deseo, la codicia y la ira” (Bhagavad Gita 193). Matos Paoli,
por su parte, tratará de justificar esta pequeña codicia de
fama: “Me paso la vida oscilando entre el mundo y el trasmundo.
El mundo me convence hasta negar el trasmundo. El trasmundo, por
venganza, se impone y entonces rechazo intensamente todo lo que
se relaciona con el mundo.” (Poeta autónomo 21). El poeta como
fuerza espiritual tropieza con el deseo carnal del hombre. El
poeta tropieza con el “ángel”. Aun así, Matos Paoli no dejará de
luchar contra sí mismo en ese deseo de ser el “otro” (el ideal).
Atrapado en su locura, el poeta prosigue hacia el encuentro con
lo esquizo manifiesto. Hacia el esquizo que se interroga a sí
mismo: “¿No estaré volviéndome loco recurriendo al ‘imperativo
categórico’ de la soledad imposible?” (Diario II, 238). Ante
esta pregunta la pregunta irónica es inevitable: ¿No estará el
esquizofrénico (de 1955) volviéndose “loco” (en 1987)? No
quisiéramos terminar este trabajo sobre el incesto psicológico o
espiritual sin esa afirmación artaudsiana49 que Matos Paoli, sin
conocer al poeta francés, realiza para nosotros: “la locura es
un extraño intento de reforzamiento de la razón… Constaté hasta
la saciedad cómo la locura obedecía a una especie de razón
infinita. Lo mismo sucede con la poesía” (243). Atrapado en
Dios, en el espejo y en la imagen de Dios, Matos Paoli buscará
desesperadamente la madre que ha perdido (ese dolor desgarrante
entre el infierno de la conciencia y el infierno del
inconsciente) y que el mito (la Virgen) le proveerá como
refugio. La Inmaculada se le convierte, entonces, en el
imperativo categórico de su cristianismo anarquizante. La
tachadura que Matos Paoli realiza marianamente sobre Cristo nos
permite utilizar este adjetivo de lo anarquizante para
describirlo. Matos Paoli, hasta donde hemos leído y conocido, no
se declara poeta de Cristo, sino poeta de la Virgen: “Y
nosotros, poetas de la Virgen” (La locura de la cruz 50). Matos
Paoli no está “enamorado” de Cristo, sino enamorado edipalmente
de la Virgen-madre.50 Este enamoramiento, ese lugar común del
misticismo cristiano, le permitirá decir a Matos Paoli lo
siguiente: “Yo soy el pródigo, y al mismo tiempo, el próvido, /
yo soy el enamorado” (102).51 Entre Dios y María, Matos Paoli
reparte y nos ofrece su propia locura; entre Dios y la Virgen,
Matos Paoli se convierte en una especie de “Cristo” caído de su
propia palabra desgarrante. Desencajado, fragmentado, roto,
Matos Paoli nos otorga el cuerpo iluminado de la poesía.52 Su
poesía lo redime de sí y lo anuncia como uno de los grandes
poetas latinoamericanos.
NOTAS
1- Siempre que pienso en Los milagros de nuestra Señora, y
aunque parezca broma, pienso en el milagro del pene recobrado
titulado “El romero engañado por el enemigo malo”. La modernidad
de este milagro, como la de algunos exemplos de don Juan Manuel
(“Don Yllán y el deán de Santiago: el comentario del exemplo XI”
de El conde Lucanor), es total. Es una poética del cuerpo y de
la magia, de la ironía y de la fe que la literatura española,
con sus grandes excepciones, ha abandonado.
2- Véase, entre otros, El proceso de F. Kafka, La náusea de
Jean-Paul Satre; El extranjero de Albert Camus, Las criadas de
Jean Genet, El túnel de Ernesto Sábato y Rayuela de Julio
Cortázar.
3- Véase Francisco Matos Paaoli o La angustia de Dios.
4- Lamentablemente, nunca recibí el excelente ensayo que leyera
el profesor Ciordia en el simposio de Matos Paoli organizado por
mí, en donde éste establece una relación entre la madre, esa
carencia emocional de Matos Paoli, y la Virgen.
5- Nuestro poeta desvía el sentido bíblico, porque este mandato,
como recordará el lector, ha sido dado a María en relación a
Juan, el discípulo amado, y a éste en relación a María (San Juan
19: 26). Desde este pasaje, y otros más (San Marcos 3: 33-35),
Jesús se deshace, o se despide, de la relación de hijo con su
madre. Matos Paoli olvida incluir aquí la relación conflictiva
que Jesús tuvo o tenía que tener con sus hemanos. Renan comenta:
“Durante una época, su madre y sus hemanos sostienen que [Jesús]
ha perdido el juicio, le tratan como a un soñador exaltado y
pretenden detenerle por la fuerza” (Vida de Jesús 139). Véase
también San Marcos 3: 21.
6- “Y nosotros, poetas de la Virgen” (La locura de la cruz, 50).
7- La locura ha alcanzado su propia aberración.
8- El subrayado es nuestro.
9- Véase Francisco Matos Paoli o la angustia de Dios.
10- El subrayado es nuestro.
11- En toda la poesía de Matos Paoli la contradicción terminará
por hacerse presente y aquí la veremos en función una vez más.
Esta acontece cuando Matos Paoli dice: “sin querer escandalizar
a nadie, / de la posesión de la ola putrefacta por los ilusos /
que se extravían en un mar maricón” [el subrayado es nuestro]
“que no es mi mar” (La locura de la cruz, 80). ¿Símbolo o
sentido literal? Si la Virgen en este texto siempre es el mar,
quién es entonces ese otro “mar maricón”: ¿los invasores? ¿las
otras “mujeres” que lo atraen o lo seducen? ¿Las madres de los
ateos o las madres de los que difieren poética y políticamente
de él? Lo que hay que observar aquí es esta posibilidad: que el
símbolo, como sucede a veces con el ser, se ha expandido tanto
que ya no significa “nada”. (Pero, ¿no entraron-no penetraron-no
llegaron los invasores por el mar?) Las preguntas parecen ser
demasiado violentas para venir de la metafísica de un místico
loco, pero hay que planteárselas no tanto por el misticismo que
lo fulmina, sino en relación a la locura que lo torna ascua. Aun
así, el erotismo “incestuoso” del complejo de Edipo se expande
cuando Matos Paoli nos dice: “extrayendo la raíz cuadrada de la
Diosa del Mar, a la Virgen Madre que me place, / enamorar” (80).
El deseo incestuso de Matos Paoli, como veremos más adelante,
termina por estrellarse contra la idealidad misma. La modernidad
de la poesía de Matos Paoli es, pues, inmensa, pero muy violenta
para los lectores católicos y para los lectores de la “moral”
burguesa. Pero todas las preguntas y todas las posibilidades
están presentes y son posibles. Entendemos nosotros que lo que
hay que hacer es no rechazar moral e hipócritamente estas
preguntas, sino enfrentarlas en su justa posibilidad poética.
12- Matos Paoli, sospechando, viendo o presintiendo la presencia
del otro, no dejará de sentir menosprecio hacia el poeta que lo
aborda violentamente: “Ah, poeta, tú eres eso, simplemente eso,
un / demonio de la alegoría, un idólatra, un fiero icono,
desprecio de ti mismo, de Dios, del Hijo, del Espíritu Santo, de
la Virgen María” (La locura de la cruz, 66). ¿Está hablando aquí
Matos Paoli de sí mismo o nos está hablando de poetas “rivales”?
Este poeta, quien quiera que sea (el enemigo ideal que lo
perturba), se rebela y se manifiesta en la locura de Matos Paoli
contra la locura de la cruz y contra la locura del deseo de
Edipo que se interpone nefasta y eróticamente entre el poeta
místico y su Dios. El infierno parece haberse convertido en el
ego mismo o, por otro lado, se ha convertido en la projimidad
del otro poeta. En relación a ésto María Zambrano dice: “locura
es enajenarse, hacerse ‘otro’… Hacerse el que no se es sin
lograr serlo” (El hombre y lo divino, 181). Matos Paoli intenta,
pues, describir a su enemigo. ¿Es este enemigo interno, este
otro objetivado o este otro de la proyección el que se desprecia
a sí mismo, o es el enemigo que ha resultado ser el “Francisco”
de Así mi hermano Francisco de Asís? ¿Es esto el desprecio hacia
las “madres ideales” del poeta, hacia el escándalo, hacia el
incesto ideal, hacia el incesto emocional, o es el desprecio
hacia el momento en donde la palabra se torna inútil, el momento
en donde “la palabra deja de ser palabra” y se hace “disparate”
(74)? ¿Acontece el desprecio hacia el interior o hacia el
exterior? ¿Acontece hacia la idealidad o acontece hacia el
desquiciamiento de la inmanencia? Matos Paoli no podrá hacer
otra cosa que “confesarse”: “Vuelve a ti, poeta, no te
desprecies tanto” (67). ¿Habla consigo o habla con el “otro”
(con el diablo)? Nuestro poeta, a pesar de todo, sabe que se
halla en medio del escándalo y dice: “No pretendo escandalizar”
(67). La afirmación es inútil. La humildad como culpa, no ya la
humildad-rebelde, ha llegado tarde. La pregunta no se deja
esperar: “¿Quién sabe, Señor, lo que yo soy?” (54). El poeta no
se detendrá y desembocará directamente al meollo de su
escándalo: “De la abundancia del corazón, habla la boca. / Y del
infatigable saco de la nada, habla Dios” (23). Ante ese enemigo
o ante sí mismo, Matos Paoli se halla, pese a la esposa, pese a
la Virgen misma, en total soledad. La locura lo ha dividido
metafísica y psicológicamente. Aun así, todo lo que hemos dicho
no hace otra cosa que enriquecer a Matos Paoli como poeta. Matos
Paoli, loco o no, místico o no (esclavo, Esqueleto, inexistente,
deseoso, amante, espúreo o no) es, pese a sus “caídas” y a sus
escándalos, un extraordinario poeta lírico.
13- El mito medieval de la Virgen se moderniza furiosamente en
Matos Paoli.
14- “María, / mi mar verdadero en Cristo Jesús” (Así mi hermano
Francisco de Asís, 82). Y anteriormente a esta página nuestro
poeta ha dicho: “Sí, el mar verdadero es María” (81).
15- Véase el Cantar de los cantares y véase también el Cántico
espiritual de San Juan de la Cruz.
16- No nos extrañaría que los críticos católicos pretendieran
desmentir esta conclusión nuestra, pero la relación
erótico-sensual de la Virgen-Sulamita está ahí como posibilidad
y como sugerencia.
17- No hay en todo el barroco, ni en todo el misticismo, una
imagen o descripción erótica como ésa, en donde el dardo del
ángel asexual puede ser entendido como símbolo fálico o como
pene y en donde el “abrazo de amor” puede ser entendido también
como una especie de orgasmo. Habrá que esperar a Georges
Bataille y a Vargas Llosa (el incesto) y también a Yván Silén
(el canibalismo) para encontrar modernamente esta “violencia”
amorosa con y contra la madre.
18- Véase La madre de Georges Bataille, Elogio de la madrastra
de Vargas Llosa y La muerte de mamá de Yván Silén.
19- Matos Paoli, lector apasionado de San Juan de la Cruz,
cancelará la relación erótica sensual de la poesía y dirá de la
poesía puertorriqueña lo siguiente: “La poesía puertorriqueña ha
rehuído casi siempre una postura trascendental. Es
sobreabundante el vitalismo erótico en ella” (Diario I, 242). Y
añade inmediatamente: “José P. H. Hernández… alcanzó una cima
patética en nuestra literatura de primer orden. El orden
religioso lo imantó. Fue nuestro primer trágico estremecido de
numinosidad” (242). Por otra parte, Matos Paoli, pensando en
Palés Matos, olvidará aquella sensualidad hermosa de Julia de
Burgos que está enmarcada y desgarrada debido a su propia
tragedia de amante extraviada. En ésta la sensualidad no
alcanzará dimensión espiritual por la sensualidad misma, sino
por la tragedia espiritual que la desgarraba. No debemos olvidar
que el amor posee dos caras: uno que da hacia la carne y otro
que señala hacia Dios.
20-Matos Paoli ha dicho: “nuestra Sed en desafío / supo herir el
secreto del rocío” (PLP, 197).
21- “¡Aún el agua no era! En voz amada, / me enseñaste la Sed”
(PLP, 195).
22- Detrás de la imagen poética del “vampiro” hay un deseo
insaciado, no confesado, de beber y de “agotar” a Dios; de
serlo.
23- Podríamos llevar esta relación de la sangre al espanto, pero
no lo haremos por delicadeza y por simpatía.
24- Matos Paoli dirá inmediatamente: “No me importa que me
llamen anticuado, enajenado de Dios, metafísico” (Diario II,
81).
25- El inconsciente de Matos Paoli está ahí para ser leído por
otros poetas. Hasta el momento la mayoría de sus críticos lo han
leído mal. No hay que olvidar que la poesía está anegada de
inconsciente. Cuando el símbolo intenta devorarse a sí mismo y
cuando la oscuridad es “total” hay que sospechar de que el
inconsciente se ha hecho presencia. En la mayoría de los poetas
el inconsciente se hace lenguaje, porque es lenguaje político
censurado. Siendo ostracismo, siendo lenguaje, el inconsciente
buscará el espacio que le corresponde en lo real y en la
escritura. El inconsciente será siempre el fantasma político de
lo permitido.
26- Véase Francisco Matos Paoli o la angustia de Dios.
27- “Hermano Francisco, yo también desciendo a los infiernos”
(Así mi hermano Francisco de Asís, 68). Este que desciende a los
infiernos no será otro que el precito de Canto de la locura
(PLP, 338). ¿A quién, o a quiénes, se refiere Matos Paoli cuando
dice “yo también desciendo a los infierrnos”? Se está refiriendo
a Cristo, o se está refiriendo a los poetas de la negación, del
anarquismo, del socialismo, del ateísmo que él ha rechazado
católicamente, pero ante los que también se ha sentido seducido.
28- Esta caída acontece dentro de la caída bíblica del Génesis,
o dentro de la caída filosófica de la ontología de Ser y tiempo.
Ferry y Renault comentan: “De ahí la reaparición constante, en
El ser y el tiempo, de la locución “je sebon” (“siempre-ya”)
para indicar que el Dasein está “siempre -ya-caído”, o de la
expresión “zumeist und zunächst”, el ser-ahí-está-caído”
(Heidegger, 61). Más adelante Ferry y Renaut volverán a decir:
“Aun cuando la angustia parece descrita como una experiencia
excepcional en el seno de la caída, ese “sentimiento de la
situación”, se ve investido de una función decisiva… la de hacer
recuperar lo que se perdió en la caída, es decir, el
conocimiento de nuestro ser-propio” (63). La angustia se
convierte, entonces, en conocimiento de ser (lo que yo soy en el
ser del mundo). Este ‘ser’ escindido de Matos Paoli tendrá dos
rostros como en Jano: uno político y otro mariano. El político
intenta despersonalizarlo, pero él se opone con esa crítica a
Palés Matos que no se suspende: “no quiero ser un culipandeo que
se exhibe en la Vitrina de la Democracia, en la compulsión del
cinismo” (La locura, 38). Y otro rostro que busca lo mariano y
el pueblo como afirmación del ser: “mi ser es el estar” (Así mi
hermano Francisco de Asís, 192). Y más adelante dice: “de unos
años imposibles, / de unos siglos fraudulentos / que solamente
en la Virgen / Soledad, Francisco-Pueblo / puede existir y
existir” (196).
29- Albizu Campos será el “padre ideal” de los pequeño
conflictos de la cárcel.
30- Después de Canto de la locura la figura de Cristo irá
desapareciendo poco a poco de la poesía de Matos Paoli.
31- Propio de todo ser viviente.
32- Aquí la sustitución de Cristo no sólo es obvia, sino que
reabre el viejo conflicto entre el catolicismo romano y el
protestantismo de la reforma protestante.
33- La interpretación del profesor Ciordia es hermosamente
“idealista”.
34- El profesor Ciordia, en el Simposio de Francisco Matos Paoli
(San Juan, 2002) que este servidor dirigiera y organizara,
retoma exitosamente la presencia (la obsesión o conflicto) de
María en la poesía matospaolista, pero todavía en dicha ponencia
el profesor Ciordia evita abordar el problema de la sublimación
erótica de Matos Paoli.
35- Véase Francisco Matos Paoli o la angustia de Dios.
36- Esta incapacidad se hará manifiesta cuando la comparamos con
Las formas del vértigo (2001) del poeta Alberto Martínez Márquez
en donde la mirada y el espacio adquirirán una significación
manifiesta.
37- Véase mi novella La muerte de mamá para que se tenga una
idea clara de ese movimiento “inaudito” de la poesía hacia lo
sacro.
38- Nótese que Matos Paoli escribe este adjetivo con “e”
(espúreo), mientras el diccionario de la Real Academia lo
expresa con “i” (espúrio).
39- La postura de Matos Paoli ante sí mismo es violentísima:
“soy un retardado” (Así mi hermano Franciscode asís, 64).
40- Anteriormente Matos Paoli lo habrá dicho de otra manera: “¿Y
cuándo… dejaré de ser la marioneta… ? (PLP, 318). “¿Para qué soy
el patán… ?” (317). Y desde su diario Matos Paoli dice: “Casi
siempre he fracasado.” (Diario II, 113). Pero en ese mismo tomo,
como quien busca justificarse, Matos Paoli dará ambiguamente
marcha atrás: “hay fracasos gloriosos y los hay también
miserables” (240). Matos Paoli no dejará de defenderse
astutamente: “Y el enigma se logra por el refrendamiento
continuo de la ambigüedad” (242). Nuestro poeta no dejará de
afirmar la violencia y la lucidez de este Diario II: “Este
Diario mío es un fraude” (249).
41- Cumas es la más famosa de las sibilas-Apolo se enamoró de
ella y le otorgó una pequeña eternidad.
42- Recordemos que la madre de Matos Paoli era espiritista.
43- Pero la gran diferencia entre estos dos poetas, además de su
poesía, de sus cristianismos (Cristo vs. María), de las madres
muertas en la infancia, del sentido filosófico (“No quiero ser
poeta filósofo”-Diario II, 2-) será la relación o el antagonismo
de la mística y la poesía. Matos Paoli dice: “Yo sé que la
mística y la política no congenian” (82). Para Yván Silén ambas
afirmaciones, la de la mística y la filosofía, serán
insostenibles.
44- En relación a esta problemática también debería revisarse el
poemario Así mi hermano Francisco de Asís (1997).
45- Véase Bajo el signo del amor.
46- El subrayado es nuestro.
47- “Un misticismo demasiado abstruso, como el oriental,
incapacita para la acción” (Diario II, 122).
48- Véase mi libro Francisco Matos Paoli o la angustia de Dios.
49- Véase el extraordinario texto de Artaud, Carta a la vidente:
“Aquello que es del dominio de la imagen es irreductible por la
razón… Hay, no obstante, una razón en las imágenes” (Carta a la
vidente, 41).
50- Esta lectura (Francisco Matos Paoli o la angustia de Dios,
Matos Paoli el desempleado de la política, del misticismo y de
la locura, y El marianismo esquizo) que estamos haciendo y que
venimos realizando, demuestra que Francisco Matos Paoli está por
descubrirse. Que Matos Paoli tiene que ser leído valiente,
radical y profundamente, porque su poesía, su cristianismo y su
misticismo son perturbadores. Que Matos Paoli ha sido y ha
estado cautivo por una lectura oficialista, conservadora y
reaccionaria que no ha hecho otra cosa que desvirtuar la
tragedia y el conflicto del verdadero Matos Paoli, con excepción
de la lectura establecida por el profesor Ciordia. Una lectura
que ha dejado fuera a ese Matos Paoli que por momentos atenta
contra la razón y contra la moral de la mayoría de sus lectores
católicos.
51- No hay que olvidar que Matos Paoli escribe La locura de la
cruz en 1993. Esto nos permitirá hacer un estudio de literarura
comparada con otros poetas que hayan usado el “enamoramiento”,
la parianía, etc.
52- “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado:
Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan: y
habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed; esto es
mi cuerpo que por vosotros es partido” (1era. de Corintios 11:
23-24). |