POEMAS
LA RUTA LIBRE
Prefiero esta soledad de gaviota sin nombre, esta condición
natural de lejanía.
Volar es disolverse en el mar, eliminar el tiempo que hemos
pasado
de escondite en escondite en toda la distancia del amor.
El ángel ha escrito NO tres veces sobre mi mano izquierda.
El ángel sabe la ruta libre de arena indiferenciada que
realmente prefiero.
Soy la misma ausencia misma, esa familiaridad innata con las
alas
que no puede quedarse ni regresar sino seguir buscando
el presentido horizonte más claro donde aprenden las gaviotas su
poema.
Prefiero su vuelo inseparable del mar y este sonido de olas
que me libra de los nombres.
EL TERRITORIO DE LOS PÁJAROS
Hoy he recibido visita, el canto y aleteo del reino y territorio
de los pájaros.
Largo sería mi andar sin el augurio y presencia libre, sonora,
de los pájaros.
No será nunca la misma la lluvia de ayer, mañana lloverá
distinto, si es que llueve.
Llueve sin nombre ni apellido, llueve no más, vuela no más el
pájaro
y se junta y multiplica su especie.
Incontenible soy, sobre los seres hoja lluevo, sobre el cuerpo
telúrico de mi enamorado.
El que me vio, supo de mis dedos de agua, el que se internó en
mis selvas
y se colgó de mis juncos y llevó a su mundo por su boca la
frutilla que le hizo cantar.
De la palma de mis manos, llueve el trecho tropical de a selva.
La que no teme, lame la lluvia en la piel de la hoja. Piel hoja
soy y me extiendo
desnuda sobre la tierra y reposo en su matriz de mi travesía.
Largo sería mi andar sin tu vientre, Pachamama, sin tomar un
rato para enamorar.
Voy haciéndome guerrera, huésped como el pájaro del árbol, tanto
ama
el pájaro al árbol , huésped como la lluvia de la noche, como
los que tocaron
a mi puerta en el huracán y entraron a la selva a escamparse y
bebieron de mi pecho
y durmieron un rato mientras dormía un rato su guitarra.
El que me vio, digo, el que realmente me vio, supo de mi cuerpo
de lluvia.
No será nunca la misma la lluvia de ayer ni su canto ni su color
según su pena,
lloverá distinta la canción, el cuerpo de pájaro de la lluvia.
Hay una puerta en el vientre de mi Madre, un pasadizo secreto al
dominio,
un aroma de contraseña. No se conoce el amo, no se conoce el
látigo del orgullo
ni el más elegante ni el más instruido ni el más oligarca ni la
supremacía del robot
en el ministerio ni la del yanqui en el dominio de la lluvia.
Voy haciéndome guerrera. Bien que sabe inglés el robot en el
ministerio, bien
que recibe órdenes y nos ejecuta.
Si somos nube, es por la tierra que llovemos, si somos luna,
bien que sabe la luna
proteger la cosecha, levantar la marea. Largo sería mi andar,
fatigante el combate
contra los densos, angosto el trecho tropical de la selva sin el
canto, aleteo y visita
del territorio de los pájaros.
Si me extiendo, es porque desnuda abrió su cuerpo, su piel
terrosa mi Madre.
Soy la que se multiplica con la mirada, la transmutada pantera
de la selva
a la que le crecen alas al atardecer cuando el Sol penetra su
luz en el vientre de la Mar.
Soy la noche en que llueve y el rito constante, vengo del
territorio de los pájaros.
AVANZO EMPUJADA POR MÍ MISMA
Avanzo empujada por mí misma.
Sostengo una sonrisa con las manos,
un templo blanco agarrado a un precipicio.
El mar en su hermosura, ahí está, sin falta,
nunca, jamás apartado de mi estela.
Mar en el aire, mar en los sueños,
en el hombre que intercede por la noche y el fuego
e insiste en rescatarme del pájaro y su mito.
Ese último amante paciente espera
para erguir su encanto en mi casa
y morder mi lágrima de Ícaro,
a la misma vez que mi vasija.
Cómo hunde, cómo ronda,
esta alianza inevitable que pide lirios.
Vencedora en mi destello,
avanzo empujada por mí misma,
y dejo un grandioso abrazo
como gardenia que persiste.
BÚSQUEDA
Ese oscuro pasaje en el que me busco
con obstinación, hasta el agotamiento,
me niega el espejo donde pueda descansar.
Pena de no ver qué me empuja,
qué hilos me atan con fervor a ese primer portal
donde el hombre y su esbelta forma apetecible,
como el aire,
arroja sus máscaras sobre mi deseo.
En ese obscuro pasaje me debato
en lucha con mi escudo solar,
pasaje concéntrico, vorágine que no explico,
que frente a mí gira desbocado
y me abandona , sola
guerrera sola, valerosa y triste,
sólo guerrera, contenta y valerosa.
A tientas extiendo mis brazos
como ramas crecidas,
como imán que guía la horas.
Extiendo un arco, una flecha de fuego
en este pasaje obscuro en el que me busco.
EL PUMA
Antes de comenzar el camino de la vida, sueño con el puma.
Salgo de una aldea progresista, busco la salida.
El camino lleva a la selva, que no es oscura, que se abre
como la más apetecible, encantada, invitante flor,
olor de diosa, de árboles y lianas, de sol y lluvia
donde se casan las brujas en soledad.
En soledad de una selva que vivifica,
sigiloso el puma se acerca.
Su imponente espíritu ancestral me toca
y con su cabeza procura caricias, secretos, gemidos.
Sé que viene a despertar el canto perdido en la aldea
y con su tibia lengua bautiza mis manos,
mis ojos, mi vientre, mi espalda,
y con su húmeda fuerza eleva mi energía a la cima.
Allí la danza es rito de nuestros cuerpos que ruedan por la
tierra
y sienten, como imán, la esencia penetrada.
Soy el puma
y él la humana hembra.
TU CUERPO
Tu cuerpo se tiende sobre el mío
para que ninguna otra razón exista.
Tu cuerpo consume y rinde sobre mi cuerpo
las manos de artista, la senda de los pájaros.
La noche llega, navego danzando,
riéndome de placer,
abierta al tiempo detenido
bajo el carnaval de tu cuerpo.
DANZANTE DEL SOL
Danza en su sol
edad
la memoria de los amores
marca el ritmo
de su cercana galaxia
su rostro mestizo
irradia
el canto de un niño
sobre la flor viene danzando
por los poros festivos
se eleva el néctar de su risa
magia que se mueve
sobre el cuerpo desnudo de mujer
los sonajeros en sus piernas fornidas
ordenan el rito de los sentidos
el mundo gira
le arrebata la cordura
ha vuelto a besar
a ofrendar al Sol
su excitada sangre.
SAUDADE
Este poema no es para él
no es para ninguno de los desmemoriados
amores de un rato
que me acompañaron.
Se lo debo a la vida, a los pájaros
que cruzan al ras de mi cabeza,
a la diosa
que protege mis caminos y mis células
del atrevimiento y la tristeza
para que no se desordenen ante el desamor.
Lo escribo a la orilla del mar
que me fecunda, me abraza,
intenta ahogarme, me inunda, me olvida,
me perdona, me sana,
por el que entra saudade.
Se parece a él, pero no lo es.
Tiene nombre divino por estas latitudes.
Se lo debo a la costa donde medito lo que fue
y al volcán donde fue.
Este poema es para el momento
en que el amor viene.
EL PREFERIDO DE LA DIOSA
Pero, de todos los pájaros,
de sus nombres y siglos, de sus continentes,
de sus cantos y elementos,
eres tú, el de ahora, el de este instante
irrepetible,
el pájaro en tu cuerpo, en tus ojos,
entre tus piernas, en tus pensamientos,
el pájaro en tu boca que despierta sueños y lluvias,
el pájaro aquí donde me encuentro,
el que deseo,
el preferido de la diosa,
la temible seductora que nos enlaza
y nos hace olvidar la muerte |