POEMAS
CONVERSACIÓN CON AURELIA
Para Santos Torres Rosado y Luzca Umpierre
Llega:
se me sienta ahí delante
y me mira hasta volverme loca
-un poco más de lo que ya soy-
Es alto, bello y esas cosas:
¿por qué Dios mío, por qué
me gustarán tanto?
Y justo ahora en medio de mi número
de estrella del espectáculo
me sonríe y súbitamente el mundo
se me llena todito de colores
para próximos amaneceres...
Si no te digo:
se me sienta ahí delante.
Yo alzo la pierna toda sensual
como la Favery
siendo de un país tropical-
y de repente me lluevo toda
-los aplausos-
el silicón se me deshace
entre el brasier
hasta que se me corre el maquillaje.
Un auténtico desastre, nena,
pero él
como si no notara este caos y este orden
simultáneo de emociones
él
se me mete entre el deseo
y no sé ya de mí
sino hasta cuando friendo y comiéndome
por dentro
algo me dice
que ese huevo quiere sal.
[La ventana de la cocina]
La ventana de la cocina
Enrique
estarse denudos todo el día
oyendo en las botellas de vino derramadas
la música del Last Tango
El Amigo husmea entre los platos
de los tallarines fríos de las seis
sentimos el bajar del ascensor
piso por pisola calle
la acera congestionada de vacíos
Cruzar los walk iluminados
viajar en el subte infernal de las esperas
mirándonos por encima de los hombros de la ciudad
Somos moscas
tomadas de la mano por el river-side
gatos intermitentemente atropellados
por los buses que atraviesan el central-park
La ventanaEnrique
la mesa pequeña de la cocina
donde acostumbré desayunarme todos aquellos días amarillos
tú cantando a lo sara montiel
o gritando las arias operáticas improvisadas
desnudo y silencioso y callado y sin ropas
con Chaplin otra vez en la pared
y la sal natural sobre las comidas
o el sudor libidinoso
de madrugadas que apagaron los reflectores
de las horas radioactivas
que se quedaron en la ventana de la cocina
paseándose como el Amigo
que nos mira tirados en la alfombra
mientras oímos el saxofón infinito de las clepsidras
que las polillas olvidaron
sexo sobre sexoamor entre amor
emes casi abiertas
chuparte lentamente hasta beberte
oyendo todavía la última nota
del saxofón
La ventana de la cocina
tener que irseEnrique
sentir el subir del ascensor
al décimo segundo piso de la ciudad
intentando sacudir
la totalidad de las tantas esperas
que se quedaron sin pasar
UN LIRIO BLANCO EN EL LODO
Se llamaba Lily y era de Ohio.
La conocí en una parada de guaguas
y me contó la mitad de su vida
a lo largo de ese año en que compartimos
esperando siempre entre el frío en invierno,
el calor del verano o el fresco de la primavera y el otoño.
Lily era una señora de las que en mi país tiene nietos,
hijos y conocidos que se la llevarían a su casa cuando ya
no pudiera valerse por sí misma.
Pero todavía a su edad trabajaba como "birthday lady"
en McDonald's o en el maldito "drive through" de las toxinas
y me la imaginaba llegando a su casa toda cansada
después de un largo día de estarse en pie para ganarse el pan
y se sentaba a mirar por la ventana.
Cada mañana hablábamos siempre de lo mismo: el tiempo
o sea que no hablábamos de nada,
pero poco a poco me fue contando la mitad de su vida de
carencias
y me fue mostrando otra cara tal vez más humana del "American
dream" y entendí que ante todo somos humanos por encima de
diferencias culturales y que es siempre un problema de clase
y no de cultura el problema de la miseria.
Era como decía equivocándose mi papi Chente:
la pobreza es un estado mental del que no se sale
si uno no quiere.
Ay, papi Chente, si fuera tan fácil...
[He descubierto que vengo de una larga línea]
He descubierto que vengo de una larga línea de brujos yorubas,
que mi devoción a ultranza por San Martín de Porres
es una sublimación de mi sangre que clama por Changó y Obatalá
y que mi hermana que es devota de la virgen de la Caridad del
Cobre
también es una bruja que se esconde detrás de la comida que le
ofrece
a la santa en múltiples platos,
y las monedas que le tengo a la Guadalupe es una costumbre
de ñáñigos,
pero como me han borrado tal pasado no sé a ciencia cierta
los efectos que tienen en mis genes el olor del incienso
que quemo a diario sin saber por qué
ante la estampita de Santa Rosa de Lima.
Tal vez se trate de la memoria muscular de la que hablan
las maestras de baile y que en mi caso
es memoria el reflejo inmediato frente a un sueño.
POEMA DEL ELEGIDO
para mi Carlos
Te quiero radiante:
que en tus ojos se lea
la dicha de estar juntos...
que pese a los escollos
sigamos de la mano por la vida
y hagamos que el mundo caiga rendido
a nuestros pies.
Te quiero tranquilo:
como las aguas de un lago
instalado en la esperanza
y en la quietud de la certeza
de saber que somos uno
codo a codo al borde mismo
en la batalla.
Te quiero fuerte:
que en tu abrazo se sepa
que no te rindes ante el abismo
sino que despliegas tus alas
y eres capaz de volar más allá
del precipicio
hasta que tengamos el descanso y la tregua
de otro abrazo.
XXX
Y lo que quiere es darle un beso en su culito todo sabrosito,
para después ir subiendo por las bolas y mamar una a una para
sorprender al Pancho en todo su esplendor de jugos contenidos y
beberlo lentamente, morderlo suavecito mientras un dedo se mete
con saliva y se prepara el hoyito hasta que Pedro llega y se
instala todo orondo entrando con dolor, pero expandiéndose el
esfínter y llegando al ritmo de la vida que se sube y que se
baja mientras una mordidita por la nuca, la lengua en el oído y
un ratito yo y otro yo para recomenzar antes del orgasmo al
unísono en la hamaca que queda siempre toda exhausta... |