Su
voz grave y gangosa atiende el teléfono, sin intermediarios,
simplemente él levantando el tubo. Cortázar. Su voz suena seria,
como la imagen que tengo de él, una imagen de que siempre tiene
40 años: imposible imaginarle más (y sus biografías dicen que
nació en 1916). Explica que quiere ver la revista antes de
concedernos una entrevista, y ni él ni nosotros sabemos qué
pasó, pero las revistas que dejamos en el hotel jamás llegaron a
sus manos. Igualmente sugiere vernos en Parque Central, en la
inauguración de la Primera Conferencia Internacional sobre el
Exilio y la Solidaridad Latinoamericana en los años 70, en la
que él participó. Y allí estaba, llamando la atención aún sin
quererlo: era el más alto de todos los presentes. Y allí estaba,
con la barba y bigotes cobrizos que lleva desde hace tanto, con
la seriedad con que aparece en diarios y revistas, con una
simpatía que no le imaginaba. Allí estaba, era Cortázar. Un ser
humano como usted y como yo, sí, con dos ojos, una boca, dos
manos, virtudes, defectos, deseos, nostalgias. La entrevista fue
en un rincón del Hotel Anauco Hilton, junto con el Asesor de
Semana, Jorge Madrazo, el fotógrafo Eduardo Gamondés y cuatro o
cinco admiradores del escritor, inmersos disimuladamente –o no-
en la conversación. Él habló despacio, cálidamente y sus ojos
claros recorrían los nuestros mientras sus palabras se abrían en
el centro de nuestras mentes, quedando allí mucho tiempo después
de haber sido pronunciadas. Y él se quedó en nosotros cuando la
noche llegó y nos encontró en sitios distintos. Como una
presencia invisible, deseada, siempre presente a partir del
primer encuentro.
ACERCA DE LA LITERATURA Y LA POLITICA
“Bueno, claro que me molesta ser requerido más para dar
opiniones políticas que literarias, porque soy un animal
literario. Así como los franceses suelen referirse al hombre
como un animal pensante o un animal filosófico, yo soy un animal
literario. Nací para la literatura y si fui asumiendo lentamente
este compromiso de tipo ideológico que ustedes me conocen, eso
fue al término de un proceso muy lento, muy complicado y a veces
muy penoso. Porque como mi vocación profunda es la literatura,
hay momentos en los que las circunstancias de tipo político –el
tener que venir a esta Conferencia, escribir artículos de
contenido político, atacar a la Junta chilena o argentina,
ocuparme de casos de desaparecidos, muertos, torturados,
contestar alguna de la enorme correspondencia que me llega,
porque la gente piensa que yo siempre puedo decir algo y ayudar-
bueno, hay momentos en lo que, lo confieso porque es verdad,
tengo un gran desánimo. Porque me digo: “bueno, ¿alguna vez voy
a poder escribir una novela?” Mi ideal sería tener un año o dos
de tranquilidad, para escribir una novela que me da vueltas en
la cabeza hace mucho tiempo. Por eso es que cada vez más me
convierto en un cuentista, porque los cuentos los escribes en el
avión, en tu casa, en la calle...”
HASTA FRANCIA LLEGO EL EXILIO
“Yo hace 28 años que vivo fuera de la Argentina, pero nunca me
consideré un exiliado hasta el golpe de Videla. Nunca me
consideré un exiliado, porque para mí el exilio es una cosa
compulsiva, y yo vivía en Francia porque me daba la gana. Porque
es un país que me gusta, donde me siento bien y donde iba
escribiendo mi obra sin dificultades ni problemas. Y de repente,
a partir del golpe militar, supe que me había convertido en un
verdadero exiliado. Es decir, que ahora tengo ese sentimiento
que tienen todos los exiliados, done los aspectos negativos son
muy fuertes, pesan mucho. Eso me llevó por primera vez a
reflexionar sobre el problema del exilio. Es entonces que me di
cuenta de que si yo o cualquier otro exiliado entra en el
estereotipo, en la noción esencialmente negativa, aplastante del
exilio, le está otorgando una carta de triunfo a la dictadura
que lo exiló. Entonces me planteé el problema en términos muy
claros: es una locura, es ilógico, no se puede aplicar
científicamente, pero yo en vez de estar en una marcha adelante
doy marcha atrás, invierto la velocidad y entiendo el exilio en
términos positivos. Yo lo dije en París e hizo sonreír a mucha
gente, dije que es como si Videla, ahora que me exiló, me
hubiera dado una beca para escribir fuera de la Argentina. Y mi
mejor manera de contestar a ese exilio es dar el máximo de lo
que yo puedo dar como escritor, y es lo que estoy tratando de
hacer. Pero al exiliado que llega totalmente quebrado, ya sea
porque él mismo ha sufrido, incluso físicamente, antes de poder
salir o porque hay un montón de muertos, desaparecidos,
torturados en torno a él, no se le puede pedir que empiece su
vida de exiliado con una sonrisa, diciendo: “esto está muy
bien”. No, porque está espantosamente mal. Cuando a todo hombre
y mujer que ha salvado la inteligencia, le llegue el momento de
pensar en la nueva vida que está empezando, es en ese momento en
que yo lo incito a que en vez de caer en los estereotipos y
decir “yo soy una víctima, yo soy un exiliado, yo he sido
injustamente echado de mi país”, y que eso se traduzca poco a
poco en amargura, en una nostalgia aplastante, yo lo incito a
que –salido del primer choque traumático- vuelva a sentirse un
hombre o una mujer pleno”.
SUR, PAREDON Y DESPUES...
“Sí, porque ¿para qué sirve la nostalgia de juntarnos cinco
argentinos, hacer un asado, tomar mate, poner un disco de Susana
Rinaldi, Mercedes Sosa o Gardel (según los gustos) y
complacernos en la nostalgia de un pasado al que quisiéramos
resucitar? Yo lo hago también, pero eso no me impide al día
siguiente despertar en París, y estar en contacto con un montón
de gente que no son argentinos y llevar adelante mi trabajo. De
manera que es un asunto que hay que matizarlo, no es muy
sencillo, y claro, no todas las personas están igualmente
equipadas en el plano mental o intelectual. Y el obrero, que
desde el punto de vista cultural está más limitado -porque por
su condición de obrero no ha podido estudiar- ese hombre es
realmente el que está más en peligro como exiliado. Si un obrero
tiene que vivir en Suecia, nada más el problema del idioma es
para él una especie de amenaza de muerte. Y ahí la nostalgia,
Gardel, sus recuerdos y sus fotos se vuelven su única defensa. Y
yo creo que todos nosotros podemos hacer mucho a través de
publicaciones, de actos, de reuniones, para hacerles sentir que
no están solos”.
EL EXILIO CULTURAL
“Lo que para mí es y ha sido traumático, es un fenómeno en el
que no todo el mundo piensa, y que en el caso de un artista
exiliado es fundamental. Lo que yo llamaría el exilio de tipo
cultural: es terrible cuando te das cuenta de que en tu país hay
una barrera de censura que hace, por ejemplo, que yo no pueda
publicar más libros en Argentina. Entonces se descubre -y esto
es lo espantoso para mí- que yo estoy exiliado, pero que del
otro lado, en mi país, hay 26 millones de exiliados en relación
a nosotros. Yo estoy separado de mis lectores, pero mis lectores
están separados de mí: mi último libro de cuentos no pudo salir
en Argentina porque hubo dos cuentos que le molestaron a la
Junta. Y no hago de esto una cuestión personal: están separados
de 150 magníficos escritores uruguayos, chilenos y argentinos
que no se pueden editar en nuestro país. En Chile, desde el 11
de septiembre de 1973, una generación de jóvenes fue tomada por
la Junta y metidos en una escuela fascista dirigida por
militares. Han pasado seis años y ellos vivieron la edad crítica
(entre los 12 y los 18 años) bajo ese régimen, miles y miles de
niños y niñas chilenas que en estos momentos creen en la Junta,
creen en la Seguridad Nacional, creen que todos nosotros somos
traidores. Creen que Chile es un país injustamente atacado y
combatido. No es culpa de ellos, pobrecitos, porque en seis años
los han convertido en lo mismo en que Hitler convirtió a las
juventudes hitleristas, o Mussolini a los “balillas”. Bueno, eso
es para mí una de las cosas más espantosas, y nosotros no
podemos hacer nada, intelectualmente. Porque esto yo se los digo
a ustedes, pero nadie lo va a escuchar en Argentina, nadie lo va
a leer, ustedes lo van a publicar y salvo que alguien lo lleve
en un bolsillo, nadie va a poder leerlo allí”.
EL ESCRITOR Y SU COMPROMISO CON LA REVOLUCION
“Yo tengo una gran latitud de enfoque en el plano de trabajo de
los escritores. Yo creo que puede haber escritores puros, que no
introduzcan ningún mensaje político en lo que hacen. Creo que
eso es posible, y que su obra puede ser revolucionaria si es una
obra creadora, que renueva, una obra bella. Lo único que exijo
en esos casos es que la persona que hace literatura pura,
muestre con su conducta personal que no es un escapista. Que si
él no pone política en lo que hace, es solamente porque -por
ejemplo- su vocación es escribir un soneto en donde la política
no entre. Pero él tiene que demostrar con su conducta, con su
responsabilidad personal, que tiene derecho a escribir esos
sonetos. Mira, yo me divierto mucho en escribir literatura
pura... El año que viene sacaré un libro, que estoy terminando,
donde hay uno o dos cuentos con contenido político, los demás
son cuentos fantásticos. Y creo que tengo derecho a escribirlos,
porque mis lectores saben quién soy. Entonces, ¿por qué me voy a
sentir obligado a poner la política en cada cosa que escriba? Mi
literatura, entonces, sería muy mala, soy muy consciente de
esto. No todo hombre ha nacido para la acción, no todo hombre
tiene a veces ¿cómo decirte? las aptitudes físicas para jugarse
en un plano de acción. No todo hombre ha nacido para ser soldado
de una revolución. Puede ser un hombre de una vida interior, de
una timidez de carácter, que lo lleva a escribir exclusivamente
una obra que canta a la revolución. Pero yo no creo que se le
pueda exigir una militancia práctica a todo el mundo”.
VIETNAM Y EL MANEJO DE LA INFORMACION POR EL IMPERIALISMO
“Yo creo que es positivo que se denuncien las violaciones de
derechos humanos ocurridas en los países socialistas, en la
medida en que se tenga total seguridad de lo que se denuncia.
Porque, cuando se habla de violación de derechos humanos en esos
países yo, por principio, examino con mucho cuidado el
expediente, porque sé de sobra hasta qué punto la información
del imperialismo reforma, cambia y modifica las cosas. Yo no
olvido que, por ejemplo, siguiendo la última etapa de la
revolución nicaragüense en el Herald Tribune, en París, se podía
encontrar un análisis de cómo los yankis preparaban al lector
norteamericano para que estuviera en contra del triunfo.
Hablaban de Somoza como el tirano, el dictador, pero cuando
hablaban de las columnas que avanzaban decían: “las columnas
marxistas. Cada ocho o nueve párrafos te soltaban esa palabrita,
para que la buena señora que vive en Minesotta o en Detroit
diga: “¡Dios mío, los comunistas!” Entonces, cuando se habla del
caso de Vietnam, yo estoy esperando encontrarme con García
Márquez, que estuvo allí haciendo una gran encuesta, para que él
me cuente a mí las cosas. Yo no me fío de los telegramas de
prensa. Pero, cuando en Rusia y en los países de la órbita
socialista hay flagrantes violaciones de derechos humanos, yo
personalmente no me callo.”
AMERICA LATINA COMO UNIDAD: ¿REALIDAD O UTOPIA?
“Lo voy a decir de una manera sentimental, casi a lo Rubén
Darío: en mi corazón, América Latina existe como una unidad. Soy
argentino desde luego (y me siento contento de serlo), pero
fundamentalmente me siento latinoamericano. Yo estoy en mi casa
en cualquier país de América Latina, siento las diferencias
locales, pero son las diferencias dentro de la unidad. Eso, en
el plano personal. En el plano geopolítico, está la nefasta
política de dividir para reinar, que han aplicado los
norteamericanos desde hace tanto tiempo. Fomentando los
nacionalismos, las rivalidades entre los países para dominarlos
mejor, destruyendo el sueño de Bolívar de los “Estados Unidos de
América del Sur” y creando diferentes países orgullosos, seguros
de sí mismos, dispuestos a hacerse la guerra por cuestiones que
no resisten un análisis profundo; eso es una realidad. Y yo
pienso que uno de los deberes capitales de los políticos de
izquierda, de los escritores revolucionarios, es intentar por
todos los medios de luchar contra ese chauvinismo, que hace que
un niño argentino en la escuela aprenda que él es mucho mejor y
más que un niño chileno o paraguayo. Por cierto que en mi visita
anterior hablé con venezolanos de la calle y su idea sobre los
colombianos, su desprecio, su odio, me aterraron. Lo mismo, por
supuesto, ocurre en el caso inverso. Es la prueba de que dividir
para reinar funciona, que a los yankis les conviene seguir
fomentándolo y que las dictaduras locales están encantadas de
hacerlo”.
ENTONCES HABLO SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE
“Un día en mi vida es siempre una cosa muy hermosa, porque yo me
siento muy feliz de estar vivo. No tengo ninguna intención de
morirme, tengo la impresión de que soy inmortal. Sé que no lo
soy, pero la idea de la muerte no me molesta y tampoco le tengo
miedo. Le niego existencia, entonces, eso me ayuda a vivir de
una manera... ¿cómo decirlo? Bajo el sol, solar. Yo estoy muy
contento de estar vivo, y además hay una cosa en la que poca
gente piensa. Creo que es un prodigio maravilloso que todos
nosotros seamos seres humanos, que estemos en lo más alto de la
escala zoológica, por un azar puramente genético. Porque tú no
eres responsable de ser quien eres. Venimos de una larguísima
cadena genética y cuando yo veo a una gallina o una mosca que
también han nacido de las mismas cadenas genéticas, me maravillo
por ser un hombre y no una gallina. Yo soy un hombre, con todo
lo bueno y lo malo que eso tiene. Y estoy contento de haber
tenido una conciencia, de haber visto lo más que una conciencia
puede ver del planeta. Y no te hablo más”.
Cuando pronunció estas palabras hacía más de media hora que
estaba con nosotros, contándonos anécdotas y sonriendo, a veces,
como un niño. Sí, él es un ser humano como usted y como yo, para
hablar necesita mover la boca en la misma forma en que lo
hacemos usted y yo. Pero él es Julio Cortázar.

NOTA
Esta entrevista fue realizada en Caracas, en el año 1979,
durante la realización de la “Primera Conferencia Internacional
sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericana en los años
70”, en la que Julio Cortázar fue panelista junto a
intelectuales de la talla de Mario Benedetti, Antonio Skarmeta,
Eduardo Galeano y Ernesto Cardenal entre muchos otros. La
entrevista fue publicada en la revista Semana de Caracas
y la firmé con seudónimo: Julio Cortázar era una de los
opositores más célebres de la dictadura argentina, yo estaba
exiliada y temía represalias contra mi familia en Argentina.
Cortázar, con la humanidad que lo caracterizaba, entendió mi
temor cuando se lo expliqué. Le envié unos ejemplares a París,
donde vivía, y a vuelta de correo me llegó una maravillosa carta
manuscrita en donde me agradecía la entrevista. Nunca más tuve
contacto con él. Pero cuando muchos años más tarde Cortázar
murió, lloré su pérdida como la de un amigo entrañable. En una
hora, el tiempo que duró la entrevista, Cortázar se metió en mi
corazón y se quedó en él para siempre. Ha pasado mucho tiempo
desde que ya no está con nosotros. Y sin embargo, todavía lo
sigo extrañando. La foto fue tomada por el fotógrafo argentino
Eduardo Gamondés y es inédita, dado que la revista Semana
estaba en crisis económica y no pudo comprarla. Gracias Eduardo
por permitir reproducirla. |